Colillas
Ayer fui a la Expo, y como de costumbre tuve que coger el autobus(desventajas del crecimiento de las ciudadades). Pillé el 23 delante de mi casa. Nada más llegar a la parada, me percaté que hacía poco tiempo que se había marchado el bus anterior. Un cigarrillo humeaba en un agujero del asfalto.
La imagen, el tiempo y quizá el aburrimiento, hicieron que mi mente asociara la imagen del cigarro con un vago recuerdo. Me transporté meses atrás, a otra parada de autobus urbano. El escenario ya no era la puerta de mi casa, sino la plaza España. Esperando al 40, una pareja de mediana edad, tendrían unos 35 años, se acercó a la marquesina donde yo estaba sentada. Eran unos personajes peculiares. Él llevaba una camiseta blanca de tirantes, con un vaquero abrochado a la altura del ombligo. De su mano salía una correa a la que iba atado un chucho, un perro pequeño y poco atractivo. Ella portaba un chándal de tactel, color verde. Llevaba una bolsa transparente.
La pareja empezó a recorrer el espacio de la parada mirando a la acera. Él se agachó y empezó a recoger las colillas que estaban extendidas en el suelo. Cuando ya no quedaba ninguna, llamó a su compañera, le hizo una señal, e introdujo el montón de restos de nicotina en la bolsa de plástico de la mujer.
Al día siguiente, paseando por la plaza de los Sitios, me los volví a encontrar. La misma ropa, el mismo perro, la misma mirada perdida y la misma bolsa. Pero esta iba llena hasta arriba de colillas. Se cruzaron conmigo, y no me recordaron.
No los he vuelto a ver, pero desde que vi la escena, no puedo dejar de curiosear cuando espero al autobus sobre la existencia de nicotina a mi alrededor. Así sé si la extraña pareja sigue en la ciudad. Ayer, se hubieran llevado un gran botín en la parada del 23.
2 comentarios
oscar -
Falceitor -
Joer!!