El Ebro, la lluvia y el sol
Una ciudad es un lugar que genera constantemente desconocidos. Caminar por Zaragoza siempre te puede traer sorpresas. Un lugar en constante movimiento, al fin y al cabo un organismo vivo.
Tras muchos años, ya puedo decir que he paseado por las orillas del Ebro, tan cerca del agua que incluso la podía tocar. La extraña metereología a la que estamos siendo sometidos estas últimas semanas,ayer nos dio dos horas de respiro. Así que aprovechando unos pocos rayos de sol, fui a conocer la nueva cara de la ciudad. Fui a Ranillas.
La verdad que quedé gratamente sorprendida. Crucé por la pasarela del voluntariado, pasee por la ribera del río. El sol decidió desaparecer de repente y dar paso de nuevo a la lluvia. Bajo el único resguardo que había, tuve que esperar a que parara un poco. Sin embargo,lo que al principio me parecio un contratiempo, no fue un momento perdido. Esta situación, me permitio descubrir un rincón nuevo. Un lugar perfecto donde ir a leer o simplemente a pensar. Bajo Helios, con el río al lado y los edifcios al fondo.
Unos ingleses estaban a mi lado. Hablaban de que el paisaje les recordaba a Paris. Cosa que no comparto,pero que me enorgulleció. Empezó a oscurecer,y decidí volver a la Zaragoza de siempre. Tenía la sensación de haber hecho turismo en mi propia ciudad.
3 comentarios
Falceitor -
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Diego M -