Ensaladilla rusa
Zaragoza, 20.45 de la tarde. Dos hombres de origen ruso entran en un bar. Toman asiento en la única mesa libre del establecimiento. Uno de ellos se dirige a la barra y pide dos cervezas y dos cortados. Comienza el partido. El más joven mira la pantalla mientras intercala sorbos de café con Ambar, el otro, con expresión seria, mira al infinito, directamente a los ojos de unos jóvenes que comen pipas en la mesa de enfrente.
Cuarenta y cinco minutos después deciden irse. Su equipo no ha hecho nada. Todo parece presagiar una victoria del contrincante, por lo que deben de pensar que es mejor retirarse a tiempo. La mesa de al lado se surte de provisiones para poder ver la segunda parte. Los ánimos se alteran en el minuto cinco, cuando Xavi Hernádez abre la cuenta tras materializar un precioso pase de su compañero azulgrana Iniesta. El camino se allana para "la Roja". España domina a una Rusia apagada. Güiza aprovecha el adormilamiento del rival para subir el 2-0 al marcador. Los jóvenes se ríen, aplauden e incrédulos ven como su equipo se acerca a pasos agigantados a la final del domingo. El bar se va llenando. Una despistada llega en el minuto 80 "¿Cómo vamos? Es que he ido a ver una exposición y me han echado porque querían ver el fútbol", informa a los jóvenes, quienes por primera vez en el partido alejan los ojos de la pantalla. Tras su intervención, España marca de nuevo. Esta vez es Silva el autor del tanto.
Se escuchan los primeros gritos de excitación en la calle. España va a estar en la final de la Eurocopa. El arbitro pita el final del partido. 3-0. Ovación en el bar. Tras asimilarlo, los jóvenes no pueden evitar mirar los dos cafés y las dos cervezas que habían dejado los rusos. De allí sale un aire triste y decadente. Como su selección, se habían ido a casa al concluir la primera parte.
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