OJOS
Recuerdo con añoranza aquellos ojos y aquellas miradas que llenaban de vida mis horas muertas y de poesía las tardes infernales en aquella habitación
claustrofóbica. Una luz irradiaba de aquel iris, que iluminaba mis semanas. El tiempo pasaba como si montáramos en un carrusel. Era circular, siempre sucedía lo mismo y quizá fue
esa rutina la que me mantenía viva. Desapareciste. Pasaron los meses y me ahogaba en la rutina que antes amaba.
Inmortalizaba en mi memoria aquella vez que por suerte del destino nos quedamos a oscuras en el ascensor. Tú y yo solos, no sentí miedo alguno, ni respeto a la oscuridad porque ahí estaban tus miradas para guiarme. Reíamos, conversábamos, incluso me confesaste que estabas pasando una mala época porque habías perdido a alguien muy querido. Yo te imaginaba como un ser inofensivo, sencillo, vulnerable...
Seguí con mi vida, Gimnasio, lectura, salir con mis amigas, mi amado karaoke, el compañero de la oficina... Buscaba en las películas algún galán que me recordara tu mirada, pero aquellos ojos eran tristes y apagados comparados con la intensidad de los tuyos.
En algún momento conseguí olvidarte no se ni cómo ni cuándo, pero si el porqué. Fueron otros ojos los que consiguieron destellar irregularmente en mi oscuridad. Me casé, tuve hijos. Viaje, vi cine, seguí viajando. Creo que llegué a ser feliz, muy feliz, pero anhelaba en mi inconsciente aquella habitación claustrofóbica y aquellas jornadas insufribles de trabajo, pero placenteras a tu lado.
Recapacitando podría decir que fue el recuerdo de tus ojos el que impidió que mi matrimonio terminara como es debido. También podría ser porque mi ex marido no es que echara de menos ojos alguno, sino más bien faldas algunas... aún así prefiero pensar que aquella mirada fue la causante de mi inestabilidad.
Comencé una nueva etapa acompañada de la gente de mirada triste. Volví a trabajar. Qué duro fue aquello, pero poco a poco me acostumbre a mi nueva vida.
Un día corriendo por el parque me pareció verte, sentado en un banco, junto a un perro. No me atreví a acercarme. Además no ví señal alguna de tus ojos. Tras esa jornada me obsesioné y comencé a coleccionar ojos.
Me hice asidua al parque, cualquier excusa era válida para pasear por él. Esperaba, anhelaba, deseaba poder ver de nuevo tus ojos negros... Y aquel 6 de marzo sucedió, sin embargo no como yo pensaba. Te ví, con aquellas gafas y de nuevo con un perro juguetón. Me acerqué a ti sigilosa, después de engatusarme y prepararme mentalmente una presentación. Cuando llegue, noté algo extraño, pero la ilusión hizo que mi perspicacia fuera menor de lo que debería de haber sido.
-Hola! Tomás! Te acuerdas de mi, soy Carolina, de la oficina.
-Uhm claro que me acuerdo de ti, ¿qué tal te va todo? ¿continúas trabajando?
-Si bueno, pero cambie de oficio, tanta estrechez me agobiaba... bueno... y eso. (él no se quitaba
las gafas, deseaba arrancárselas y al fin poder tener la luz de su mirada clavada en mí)
-Qué bien, yo tuve que dejar de trabajar, Tuve un accidente y a causa del mismo he sufrido
mucho. Perdí uno de mis ojos y la visión del otro.
En ese momento mi mundo se fue a los pies ¿QUÉ? ¿Aquello por lo que seguía viviendo ya no existía? El destino y un Audi A4 habían acabado con esa cautivadora mirada que me mantenía ilusionada. Ël sonrió y descubrí su perfecta dentadura y sus carnosos labios... Uff un escalofrío recorrió mi cuerpo, había encontrado un nuevo faro sustituto de aquellos ojos. Me despedí tras darle mi número de teléfono, y corriendo me dirigí a casa, cogí toda mi colección de ojos y la tire a la basura, sólo me quedé con el recuerdo de aquella mirada, de aquel desdén de sus ojos cuando me dijeron adiós en el ascensor.
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